Querido Mario,
Dicen que el amor está donde menos te lo esperas:
en el café de la esquina, en el banco del parque más cercano, paseando a tu
lado en un centro comercial… o, en mi caso, sentada en tu misma clase. ¿Cómo
explicarte lo irónico de la situación? Llevo meses enamorada de ti y no me
atrevía a acercarme por miedo al rechazo. Y hoy me encuentro con esta carta en la
que me declaras tu amor… Me siento ridículamente estúpida, y me apena pensar
que he perdido tanto tiempo de estar contigo por un temor infundado.
Quiero decirte que me encantas, siempre lo has
hecho. Me gustas cuando tartamudeas de puro nerviosismo, cuando bajas la mirada
en un alarde de timidez, cuando siento la atención de tus profundos ojos negros
sobre mí. Me gustas cuando te sonrojas como un niño pequeño, y cuando crees que
no te escucho y te ríes libremente. Me encanta tu risa, sincera e inocente.
Y por supuesto que recuerdo aquel día, en la
excursión… Me lo estaba pasando bien con mis amigos, pero no podía evitar darme
la vuelta constantemente para comprobar si estabas cerca, si me veías. Y tú
estabas tan solo… Creí que rechazarías el ofrecimiento de venir con nosotros.
Nunca fuiste demasiado extrovertido, pero ese es uno de los muchos encantos que
desconoces que tienes. El pequeño incidente del refresco no me molestó lo más mínimo,
al contrario, me hizo reír. No debes preocuparte por eso.
Así que supongo que todo esto podría resumirse
con un “Yo también estoy enamorada de ti”, pero sería demasiado directo, demasiado
simple, cuando la realidad dista mucho de ser sencilla. Además, te conozco, sé
que estarás pensando que esta carta no es más que una broma cruel para reírme
de ti. Pero créeme, no lo es.
¿Quieres una prueba? Esta mañana encontré tu
mensaje entre las páginas de mi libreta, y lo primero que hice fue ponerme a
elaborar la respuesta. La dejé entre las raíces del viejo roble del patio. Sí,
justo donde sueles sentarte a pensar. Sí, justo donde estás ahora mismo,
leyendo mi carta.
Llevo un rato esperando verte aparecer, sentada a
la sombra, unos metros más allá. Seguro que no sabes dónde estoy.
Pero, ¿y si te das la vuelta? No, no te gires
todavía. Piensa primero en lo que te estoy diciendo. Cuando me veas, estaré
sonriendo. Será mi manera de decirte que te quiero. Que me encantas tal y como
eres, con todos tus defectos y tus virtudes. Que estoy totalmente enamorada de
ti.
¿Estás preparado?
Ahora. Date la vuelta.
¿Puedes ver mi sonrisa?
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